jueves, 19 de junio de 2008

Persecuciones

*Cuento en segunda persona

Ella sale de cine. Usted la ve salir, sola, arreglándose la bufanda, yendo hacia el paradero del autobús. Espera dos o tres minutos y sube en uno con dirección al centro de la ciudad. No es lejos de su destino, así que usted sube también. Sabe que la conoce pero no está seguro. Es decir, podría ser que la conociera. Ella se sienta en el segundo puesto del lado izquierdo. Usted se ubica en el tercer lugar de la derecha para observarla cómodamente. Ella no sospecha nada, pero usted piensa que mirarla con tanta insistencia puede asustarla. Ahora sólo la ve de reojo, de tanto en tanto. Usted siente sueño y cabecea, se golpea contra la ventana. Ella voltea motivada por el sonido del cristal. Eso solo dura un segundo. Se toca la frente para estar seguro de no haberse hecho ningún daño; se mira en la ventana y descubre que allí ésta el reflejo de ella. En adelante la vigila a través de su reflejo. El viaje dura un tiempo indescifrable. Usted está atento de cualquier movimiento que revele en ella la intención de bajarse. Una vez advierte lo esperado, se levanta presuroso para llegar primero a la puerta trasera. Así ella no se sentirá perseguida.

El autobús se detiene. Los dos descienden y usted no sabe qué hacer. No es necesario, ella se adelanta y le habla:
—Te vi mirándome en el reflejo.
Usted palidece y le responde que espera no haberla incomodado. Ella sonríe y le asegura que no tiene por qué preocuparse. Estas palabras lo calman y aprovecha para invitarla un café. Ella acepta.

Están sentados uno frente al otro, mirándose con curiosidad y delicadeza. Usted sabe que la cafeína no le sienta bien, pero pide un expreso. Entre sorbo y sorbo se van haciendo íntimos, y siente deseos de volver a verla. Ella vive sola, y le pide que pasen la noche juntos. También le pide que no la malinterprete, que ella no está acostumbrada a eso. Le cree a medias, porque usted es de los que no confía en nadie.

En pocos minutos está desnudo en la sala de su apartamento. Ella, a su lado, no deja de sonreír. Usted se siente muy cómodo allí.
—Si no me hubieras seguido, igual estaríamos aquí —le dice ella.
Usted le pide que le explique por qué piensa eso. Ella lo hace:
—Anoche te vi en el restaurante italiano. Yo estaba allí con unos amigos. No pude quitarte el ojo en toda la noche, así que cuando saliste, me despedí de todos y te seguí. Primero te detuviste en casa de tu novia y la acompañaste a la puerta. Después paraste en una farmacia y compraste pastillas y una revista. Finalmente fuiste a tu casa. Esta tarde me senté en el parque frente a donde vives, y esperé hasta que llegaste con tu novia. Los vi pelear en el umbral de tu puerta. La vi marcharse. Entonces tú caminaste varias cuadras sin un rumbo fijo, hasta que te topaste con el cine. Una vez adentro me senté detrás de ti.
Usted la mira y no sabe qué pensar. Ella le ofrece un café que usted acepta, aunque sabe que la cafeína no le sienta bien.